martes, 10 de junio de 2008

Lo inevitable de tu nombre

Quiero que me cuentes un cuento.

Quiero soñar con el mundo que tus palabras dibujen para mi. Quiero existir un instante entre las lineas de esa historia que inventes... y ser una bruja con varita magica, y un principe que ansia ser rana, y un rey midas desnudo... quiero despertar en una casita de chocolate...

Quiero que me cuentes un cuento aunque lo inevitable de tu nombre sea que no lo tienes...

2 comentarios:

Roberto García Encinas dijo...

Yo también quiero que me cuenten esos cuentos. Cuentos de terror o de aventuras, de amor o desamor, de hadas o tremendamende realistas. Cuéntame la historia de aquella carnicera del mercado central que se hizo vegetariana y nunca pudo cambiar de trabajo. cuéntame el cuento del funcionario de correos gran amante de los musicales que todos los días, a las doce en punto de la mañana, cuando su fila era la más extensa de todo correos, imaginaba que todos se ponían a bailar claque alrededor de la enorme sala. La historia del vigilante nocturno que tenía miedo a la oscuridad, la de la actriz sin talento que nunca perdió la esperanza ni dejó de presentarse a los castings, hasta que consiguió una figuración en una película de Almodovar. El cuento del niño que quería ser mayor y, cuando lo consiguió, quiso volver a ser niño. La del escritor que buscaba su musa y al encontrarla se enamoró perdidamente de ella y dejó de escribir para siempre. la fábula de aquella dependienta de zara que era tan sincera con las clientas que la despidieron sin la menor consideración. La del empleado del banco que, viendo los movimientos de las cuentas, imaginaba las vidas de los clientes como un auténtico vouyer de su creatividad. La historia de aquella joven a la que nunca le gustó su nariz y, al operársela, jamás volvió a mirarse a un espejo. El cuento de aquella traductora de libros que transformaba las novelas, y que, cambiando los finales a su antojo , se convertían en auténticos best sellers. Y cuentame más... cuentame como después de ser felices y comer perdices se divorciaron irremediablemente y ahora ella ha encontrado a otro y el... a otro también. La historia del taxista que encontró doce mil euros en un maletín y lo devolvió sin aceptar la recompensa. La leyenda del basurero que trabajaba por amor al arte o la de la mujer del polítco, que harta de su marido, le dejó por un poeta callejero...

Y es que, detrás de cada ventana, en los grandes y pequeños edificios, siempre hay una historia por contar. Los narradores también tenemos derecho a escuchar historias... por eso te lo pido: cuéntame cuentos

Milana dijo...

gracias por tus cuentos...

lo inevitable de tu nombre... ROBERTO